viernes, 30 de octubre de 2009

Comprando calzoncillos

Cuando vayamos a comprar calzoncillos, es importante probárselos para que el dependiente nos dé el visto bueno. Debemos fiarnos de su criterio y dejar que nos revise todas las gomas de la prenda. Seremos pacientes cuando introduzca sus dedos en nuestras ingles para asegurarse de que el elástico no ajuste demasiado. También nos tirará de la huevera para comprobar si con la talla elegida rellenamos toda la bolsa. Y por último nos meterá la tela entre las nalgas para ver si vuelve a su posición original, porque ya sabéis lo incómodo que resulta que al sudar se le meta a uno la tela por la raja del culo.

martes, 27 de octubre de 2009

Mel Gibson, la venganza

He leído en varias entrevistas tus discursos conservadores, intolerantes, homófobos, más propios de un telepredicador que de un artista de nuestro tiempo. No nos aceptas porque tu ignorancia te hace tener miedo o, por lo menos, desconfianza hacia nosotros. Pues ésta va a ser nuestra venganza, Mel: ese repelús respecto a los hombres que aman a otros hombres que te va a acompañar durante toda tu vida y que te hará llevar el culo pegado continuamente a la pared, por si acaso alguno de nosotros pretende violarte.

Y es que cada vez que estás más viejo y más calvo estás más buenorro, sobre todo cuando te dejas esa barba cana de granjero de Kansas. A medida que el tiempo va haciendo mella en tu cuerpo nos resultas más porculizable, y por tanto, aumenta el riesgo sobre tu virilidad.

Así que esta es nuestra venganza, ese miedo a peder tu hombría que te va a acompañar el resto de tu desdichada vida.
















viernes, 23 de octubre de 2009

Hombres de barrio

Qué gozada caminar por la calle y no saber a dónde mirar porque en todas partes se encuentran hombres atractivos, buenorros, guapos; hombres anónimos que muestran distraídamente sus paquetes y culos sin darse cuenta de que están siendo observados por salidos como yo.







martes, 13 de octubre de 2009

Tus manos, tu traje


Estás tremendo vestido de mafioso del este. Me encantan tus manos grandes y bien cuidadas, sobre todo cuando te colocas a mi espalda y las deslizas poco a poco, despacito,  muslos arriba, hasta llegar a mi culo. Qué burro me pones con esa forma tan sutil de hacerme cosquillas en el ojete.

Pero lo que más me gusta es cuando llegas del trabajo con un calentón y ni siquiera puedes esperar a quitarte el traje: te despojas de la chaqueta, que queda por ahí tirada, y con una habilidad pasmosa  me bajas los pantalones para, zas, hincarme el rabo y follarme como una bestia en celo; sin preámbulos, sin tiempo que perder, con un escupitajo que tu mano me aplica por toda la raja.

Cómo disfruto cuando me envistes de pie, apoyado en cualquier parte. Miro hacia abajo, a través de mis piernas, y me excita ver tus pantalones caídos a la altura de los tobillos y, dentro, hechos un ovillo, tus calzoncillos blancos. Otro día a ver si te los quitas y me los llevas a la boca a modo de mordaza, para que no grite...

viernes, 9 de octubre de 2009

Mi vecino

Te había visto muchas veces por los pasillos de la urbanización. Sabía que estabas muy bueno y que tenías un culo para rompértelo a pollazos, pero cuando te he visto así en la piscina de la comunidad se me ha caído la baba.

Qué tetas y qué pezones, por no hablar de ese paquetón con el que te has pavoneado toda la mañana. ¿Cómo se te ocurre llevar un bañador blanco? ¿No sabes que los tíos con ropa interior blanca me hacen perder la cabeza?

De no haber sido porque en ningún momento hemos estado solos, te prometo que de haberte pillado en el agua hubieras salido de ella con el bañador por los tobillos.